miércoles, 9 de marzo de 2016

Encrucijada


Opciones. Expectativas. Deseos. Derechos.
Qué puedo hacer, qué puedo esperar, qué puedo tener, a qué puedo aspirar...
Son cosas que hay que plantearse continuamente en ciertas situaciones, que se complican con el paso del tiempo.

Sobre todo cuando no se parte de un punto claro. Eso genera posibilidades, genera algo que podía, que podría ser, algo que quedó difuminado, algo que al final no.

Y te das cuenta que por más que intentes aceptar las cosas,hay situaciones con las que no puedes. Te cuesta. Claro, porque te rebelas. Porque en realidad no quieres que sea así. Y vives en un continuo conflicto contigo misma. Y sufres, mucho. Hasta que llega un día en que te miras al espejo y ves tus ojos enrojecidos por el llanto. Y en ese momento resuena tus oídos las palabras de una sabia mujer: "nadie merece que tú seas infeliz"

Porque no. Porque amar no es suficiente si se parte de la base de que algo nos hace daño. Y no estamos en este mundo para sufrir, aunque la sociedad o los hechos traten de convencernos de lo contrario poniéndonos continuamente en contra de nosotros mismos en lugar de que nos aceptemos como seres perfectos y únicos que somos.

Merecemos estar bien, sentirnos a gusto con nuestras circunstancias. Al menos en la medida de lo posible que la vida nos permita. No debemos conformarnos simplemente porque amamos y "eso lo puede todo". No mis señores, eso no basta. Hay cosas que, por más que lo intentes no pueden ser, aunque te cejes y te empeñes en ello. Hubo algo que no se hizo bien, no fue de la manera correcta, ni del modo. No estoy bien, la verdad y me siento perdida.

No obstante también sé que este es el camino que escogí, y que sabía que no sería fácil recorrerlo y de hecho está siendo muy sufrido y complicado.

Pero una cosa es saber que el camino es duro y aun así arriesgarse a seguir andando sabiendo su dificultad de antemano, y otra (bastante distinta, a mi entender) es andarlo tranquilamente sin ver ningún obstáculo, confiarse disfrutando del camino y de repente toparse con un enorme zarzal que hace replantear la ruta por otro sitio. Y se rompe tu ruta, se trastoca tu itinerario, todo se enrevesa y se complica, y es un lastre que arrastras, y que por tu bien debes soltar.

Es complicado gestionar las emociones. No somos ordenadores, no somos máquinas. No está en nuestro interior matematizar las cosas por defecto, porcentajear los sentimientos.

A lo que quiero llegar es que si hubiera sabido antes de empezar a caminar cómo era el sendero propuesto en realidad, cuáles las zarzas y cuales las hermosas zonas verdes de atravesar, esto no habría tenido que pasar. Pero ha pasado, pasó, y no se puede dar vuelta atrás.

Así pues, he llegado a este punto del camino, a esta encrucijada. Me paro, me siento. Respiro aire fresco y contemplo el paisaje. Analizo. Las heridas me duelen, y las situaciones son complejas. Reevalúaré los daños, las cicatrices. Toca meditar. Reflexionar conmigo misma sobre lo que hago y cómo lo hago. Sobre lo que es y lo que no es, lo que pasa y lo que no pasa. Lo que podrá ser.

Es tiempo de decidir, y he de hacerlo sabiamente y con cabeza. Debo ser Titánide. Dejar de lado el corazón, este pobre imbécil tan magullado al que a veces le cuesta ser objetivo.

Debo plantearme las siguientes preguntas:

¿Estás dispuesta a aceptar la situación actual? ¿Crees que de verdad lo merece?¿Crees que, a pesar de todo lo que has pasado, hay que seguir adelante con esto? ¿Podrás borrar de tu corazón y de tu cabeza o al menos ignorar esos fantasmas de expectativas y ese resentimiento por una situación que se pudo evitar y no se evitó? ¿Puede un corazón herido demasiadas veces, curarse y renacer brillante y nuevo como aquel fénix que renació en el arrebol?

Muchas preguntas, sólo dos posibilidades. Y la pesada carga de decidir qué es lo mejor para mí, pues al fin y al cabo yo y solo yo seré mi única compañera de viaje. Y al fin y al cabo, si no me quiero yo, si no me preocupo yo por mí... ¿Quién lo hará?

1 comentario: